Aprendimos hasta ahora que el Creador nos creó para beneficiarnos, y que en el camino hacia lo bueno se van revelando estados aparentemente malos.
Comprendimos que si nos referimos a los estados “malos” que se revelan como promovedores hacia la meta, veremos, que también ellos son buenos.
Dijimos, que justamente lo malo que se revela en cada situación, es lo que nos promueve al próximo estado de desarrollo, y si lo descubrimos antes, podremos acelerar los estados de nuestro desarrollo espiritual. Después de todo esto, no nos queda otra cosa por hacer que aclarar qué es lo malo, para poder reconocerlo y acelerar el desarrollo. Y así encontramos, que la intención con el fin de recibir, es lo malo que nos impide descubrir lo bueno.
En esta parte de la lección esclareceremos la manera de llegar al “reconocimiento del mal”, o sea, cuáles son las acciones que debemos realizar para identificar el mal que nos impide llegar al bien.
Antes de arremangarnos y ponernos a trabajar, es importante que conozcamos uno de los principios básicos del trabajo interno del individuo en el estudio de la sabiduría de la Cabalá, y teniéndolo en cuenta, podremos entender más claramente qué debemos hacer.
En uno de sus artículos, nos presenta el Rabino Baruj Shalom Ashlag (conocido como “Rabash”), hijo primogénito y seguidor de Baal HaSulam, una breve y bonita metáfora que ilustra perfectamente el principio que deseamos aclarar.
Rabash escribe, que cuando la casa está a oscuras, no se ve en ella suciedad alguna. Solo cuando se enciende una luz, puede verse la suciedad. Ejemplo sencillo para un principio sencillo: para reconocer el mal debemos referirnos al bien. No podemos ver el mal (la suciedad) sin un poco de bien (luz).
Al igual que el ejemplo de Rabash, también nosotros nos encontramos en una habitación a oscuras y también nosotros debemos encender la luz para poder descubrir la suciedad que hay en ella.
Como un agujero negro que aspira toda la realidad que lo rodea hacia una oscuridad completa en su interior, así, la intención con el fin de recibir atrae a toda la realidad que está fuera de nosotros hacia el espacio negro que se encuentra en nuestro interior. Y para identificar la intención con el fin de recibir que nos dirige desde adentro y nos impide lo bueno, debemos atraer dentro de nosotros un rayo de luz. Solo en relación con la luz, podremos discernir la intención que se le contrapone.
Dos potentes herramientas nos fueron otorgadas para alumbrar la oscuridad dentro de nosotros: la Luz que reforma y la influencia del entorno. La Luz que reforma, es en realidad lo bueno que nos ilumina desde nuestro estado espiritual corregido.
Pero, mientras no estemos corregidos, esta ilumina por fuera de nosotros y actúa en nosotros de diferentes maneras para acercarnos a la corrección. A esta luz se refiere Rabash cuando escribe que debemos encender la luz para poder ver la suciedad.
Cuando leemos en los libros de los cabalistas sobre nuestros estados corregidos y anhelamos descubrirlos, sentirlos en la realidad, nuestras ansias por descubrir la espiritualidad atraen hacia nosotros una iluminación especial de la espiritualidad, que nos muestra cuán lejos estamos de ella.
Aparentemente, pareciera que salimos perdiendo, queríamos luz y recibimos oscuridad, pero como explicamos ampliamente en la parte anterior, justamente la revelación de la oscuridad en contraposición de la luz, es lo que nos hace avanzar hacia el próximo estado en el proceso del “reconocimiento del mal”, camino a la revelación del bien.
No debemos temer, por lo tanto, si el estudio nos lleva a la revelación del mal, a la sensación de alejamiento de los demás, a las dudas y desacuerdos, porque precisamente por sobre todos estos obstáculos construimos un anhelo mayor y más fuerte por la espiritualidad.
Los cabalistas escriben, que si uno estudia Cabalá y el estudio lo lleva a un estado de satisfacción, no está estudiando Cabalá, realmente. La luz que nos ilumina durante el estudio debe desarrollarnos, despertar en nosotros nuevas carencias para una mayor conexión con el atributo de otorgamiento, recuerden: una nueva carencia es la oportunidad de renovación, de desarrollo y de revelaciones. Todo lo que se pide de nosotros es la carencia correcta, el pedido de conexión.
“El comienzo de su trabajo (del hombre)”, escribe Rabash, “es el reconocimiento del mal, es decir, que el individuo le pide al Creador sentir cuán malo es el deseo de recibir. Y este conocimiento, de que al deseo de recibir se lo llama “mal”, solo el Creador puede hacérselo sentir y entonces, puede pedir luego, que cambie el deseo de recibir y le dé a cambio el deseo de otorgar”.
Otra herramienta importante para el trabajo con “el reconocimiento del mal” es el entorno espiritual en el cual actuamos, o más precisamente, la influencia del entorno sobre nosotros.
Lo bueno que debemos atraer a nuestro estado para esclarecer lo malo en relación a él, no es solo la Luz que reforma, sino también la importancia que le damos al atributo de otorgamiento. Solo elevando este atributo a la cima de nuestra escala de valores, podremos percibir la división como mala.
En la medida que valoremos el atributo de otorgamiento, reconoceremos la división como mala. El instrumento más efectivo para elevar la importancia del atributo de otorgamiento es el entorno. Todos somos “animales sociales”, y todos estamos influenciados por la opinión social.
Si organizamos a nuestro alrededor un entorno que eleva el valor del atributo de otorgamiento, no tendremos más remedio que valorar ese atributo. Poseemos una predisposición interna para eso. Si el medio valora algo, también nosotros, por nuestra naturaleza, lo valoraremos obligatoriamente. Así exactamente, influyen sobre nosotros las agencias de publicidad: un nuevo producto sale al mercado, nadie lo necesita, pero todos comienzan a hablar de él. Al principio escuchas y sonríes, luego escuchas y te callas, más tarde comienzas a interesarte, y finalmente lo compras.
Y como ocurre con lo material, ocurre también en la espiritualidad. Solo el entorno espiritual en el cual nos desarrollamos, puede elevar la importancia del valor espiritual sobre el material. Ninguno de nosotros puede hacer esto por sí mismo, y menos aún, cuando la espiritualidad (atributo de otorgamiento) es contraria a nuestra naturaleza y muchas veces es percibida como oscuridad.
Para finalizar esta parte, aclararemos la relación que hay entre “No hay nada más que Él”, y el reconocimiento del mal. Si se preguntaron en qué punto se cruzan el trabajo del reconocimiento del mal con el de “No hay nada más que Él”, aquí está la respuesta.
Videos de las sesiones en vivo: https://www.youtube.com/playlist?list=PL5SXdlyl_QzMv6XGWX0syvfqvk8vnEabV
FIN
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