Jamás imaginé el poder motivacional, el enorme amor y lo hermosa que ha resultado “El último vagón”, película mexicana disponible en Netflix que sin lugar a dudas es uno de esos trabajos que necesitamos con urgencia en nuestra actualidad, claro ejemplo de una historia que por completo cobija tu corazón, que nos brinda actuaciones inolvidables y que nos llevará a sentir un respiro profundo de esperanza y emotividad por el excelente resultado; es un viaje a nuestra infancia, una aceptación a nuestro presente, de saber que somos únicos, y nunca debemos sentirnos menos.
La ternura de la infancia queda impregnada desde los primeros minutos, muy al estilo de lo que “Cuenta conmigo” nos ha regalado de generación en generación, en donde el correr de un niño junto a su perro, lo llevan a ser parte de amistades que difícilmente podrá olvidar, a dejar de lado un poco la condición social y económica, y a entender que el primer amor y la familia son el motor que nos permitirán salir adelante, pero también el dedicar tiempo al estudio, en especial cuando existe cerca de nosotros un ser de luz, una maestra que se empeña en hacerlo entender que llegará muy lejos y que logrará todos sus sueños, en donde una lágrima de dolor por un fuerte e inesperado golpe de la vida, se convierte en la fortaleza y ese abrazo que nuestro corazón necesita para demostrar que somos personas que lucharemos por lograr nuestras metas aún cuando todo esté en contra.
“El último vagón” está basada en la novela del mismo nombre de Ángeles Doñate, y cuenta con las inolvidables actuación de Adriana Barraza y Memo Villegas bajo la dirección de Ernesto Contreras. Esta sigue la historia del pequeño Ikal y su familia, quienes viven en un ferrocarril que viaja por todo el país, pues Tomás, su padre, trabaja en la reparación y construcción de las vías del tren.
Pero en esta última parada, Ikal conoce a Chico, un niño rebelde al que termina admirando; a Valeria, una niña muy inteligente y de quien siente amor por primera vez; a Tuerto, otro niño que forma parte de la comunidad ferroviaria y a Quetzal, un perro sin raza que adopta a Ikal como su nuevo dueño. Juntos lograrán que, Ikal, por primera vez, sienta que pertenece a un lugar. Sin embargo, Hugo Valenzuela, un inspector de la Secretaría de Educación, representa una nueva amenaza ya que tiene a la vista cerrar la escuela para siempre… Sin lugar a dudas, el resultado es un poderoso mensaje de amor.