Para algunos puede que sea más de lo mismo, pero tomando en cuenta todas las entregas de las que ha formado parte esta saga desde su inicio en 1979, algunas con mucho éxito, otras siendo una sorpresa y algunas un fracaso, puedo decir abiertamente que “Alien Romulus”, ubicada entre “Alien: El octavo pasajero” y “Aliens” de 1986, es una propuesta demasiado efectiva gracias a todos los elementos que presenta, brindando con ello una historia aceptable, personajes con los que conectamos (en especial sus dos protagonistas), los efectos especiales mecánicos, el imponente sonido y la dosis intensa de suspenso como parte de esta cinta de terror y ciencia ficción con la que Fede Álvarez se saca una mención honorífica.
No nos vamos muy lejos de lo que normalmente ocurre dentro de la historia, ya que mientras rebuscan en las profundidades de una estación espacial abandonada, un grupo de jóvenes colonizadores del espacio se encuentra cara a cara con la forma de vida más aterradora del universo, por lo que teniendo como tal la aparición de un personaje importante que marca el inicio de esta historia, deberán hacer todo lo posible por tratar de salir de aquella nave abandonada que oculta varios secretos.
Si de algo goza esta película desde los primeros minutos es de un ritmo adecuado en su trama, con un primer acto que nos permite adentrarnos a la situación que dos de los personajes están viviendo en su necesidad de libertad y una nueva vida (representados por dos excelentes actores: Cailee Spaeny y David Jonsson), y la introducción de personajes secundarios como parte de este cast juvenil que cumple con creces con cada uno de sus papeles, entre ellos Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn y Aileen Wu.
Y lo que tiene “Alien: Romulus” es que le permite al monstruo tener mayor presencia de origen, más oscuridad y maldad a su alrededor, sumándose a una dosis de peligro que hará disparar la adrenalina del público hasta sus últimos minutos, en donde los fans, familiarizados con la saga, saben que todo sucede justo después del primer enfrentamiento entre la teniente Ellen Ripley y el xenomorfo y justo antes de todas las peleas, en donde seremos parte de ese grupo de jóvenes mineros que intenta huir del contrato de esclavitud que les mantiene detenidos en lo más parecido al infierno, por lo que abordarán una nave abandonada para poner rumbo a una colonia lejana. Lo que pronto descubrirán es que no son los únicos en la inmensidad del silencio espacial; ahí donde no se escuchan los gritos.
El gran triunfo es que sorprende la capacidad del director para esconder cada certeza hasta el límite exacto del pánico, porque la gente grita y brinca en su butaca, y lo que entusiasma es la parte visual mecánica a la usanza del ese ayer físico que se agradece, y al final de cuentas, esta película se respira como una carta de amor de alguien que buscó darle a la saga lo que merecía, aun con la presencia de la polémica inteligencia artificial.