No recuerdo la primera vez que escuché hablar de este concepto. Tal vez un sinónimo adecuado es autoestima. De hecho, es el término que utiliza la psicología para describir al amor propio.
Lo podemos reducir a “¿cuánto te amas?” Y todos podemos decir que creemos amarnos lo suficiente. Pero ¿cómo saber en realidad cuánto nos amamos? Dice el psicoanalista Gabriel Rolón, que es indispensable tener una cierta cuota de amor propio para ser una persona sana. Estoy absolutamente de acuerdo con sus palabras.
Aprender a amarnos no es sencillo, tal vez teóricamente sí, pero no al llevarlo a la práctica.
Porque para aprender, primero tenemos que desaprender; para amarnos, tenemos que desnudarnos en cuerpo y alma frente a nosotros mismos, esa es la única manera de conocernos para después aceptar lo bueno, lo malo, lo hermoso, lo que no nos gusta y una vez expuesto frente a nuestros ojos todo esto, comenzar a amarnos. Porque amarnos es más que solo comer bien, hacer ejercicio y tener buena salud física.
Amarnos, es aceptar tu lado más noble y abrazar tus demonios para poder darles la dosis que necesitan de comprensión, de atención, de terapia, de tiempo para trabajar con ellos y saber que siempre estarán ahí, pero que depende de nosotros despertarlos o dejarlos dormidos, comprendiendo que los demonios no son más que miedo e inseguridad a causa de heridas del pasado y que lo que hagamos con ellas, es un reflejo de lo poco o mucho amor que nos damos.
Amor propio es reconciliarnos con nosotros mismos después de que nos rompen el corazón, quedando vulnerables, con miedos y heridas aún más grandes.
Alimentar nuestro amor propio es reparador, como cuando nos sentimos mal y mamá prepara esa sopa que tanto nos gusta y hace sentirnos mucho mejor, con un calorcito en el pecho que nos dice que todo estará bien.
Es tomar un paso a la vez y darle besos a cada lágrima que derramamos, recordando que todo el amor, detalles, amabilidad, tiempo, comprensión que damos a los demás, primero tenemos que brindárnoslo nosotros mismos, desaprendiendo esas exigencias donde nos ganan las compulsiones por una perfección inexistente o su opuesto, un conformismo total, que al final se convergen en falta de amor propio.
No tengamos miedo a descubrir el amor tan grande que tenemos de nosotros para nosotros. No hay una fórmula perfecta para redescubrirnos desde el amor, para el amor, con amor y por el amor que nos deberíamos tener.
Lo más importante es que reconozcamos la belleza que como individuos radica en cada uno y que se representa en distintas formas y todas son válidas. Porque el amor por uno mismo se refleja justo en la belleza de nuestro ser, eligiendo ser cada día mejor de lo que nuestro pasado nos pudo haber marcado y hacernos dudar de nuestro valor.
Sigo aprendiendo a quererme y no voy a negar que continúo teniendo caídas que me vulneran y me hacen dudar sobre lo que soy y cuánto me amo, porque cada caída es un recordatorio de que a veces, que me lastimen no significa que sea porque no me ame, es exactamente porque el amor que tengo y que me doy es igual al que doy, sin embargo, cuando las personas no han aprendido a amarse, salen a relucir sus miedos y se aterran, haciendo que huyan o reaccionen lastimosamente. Pero no tiene que ver conmigo o contigo.
Es momento de que dejemos atrás el miedo a demostrar amor, no dejes de lado ese amor por la vida y por ti, que seguramente se acercarán más personas con almas bonitas que de la resiliencia han florecido, porque el amor propio se trata de eso, de florecer y te aseguro que es lo más bonito que te puede suceder.
Recuerda que vales, que nunca te hagan creer lo contrario.
Vibremos bonito… vibremos con amor.
Por Vania Sulvarán
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