Esta es una historia de momentos como muchos otros, de aquellos que podemos encontrar o de los que podemos saber. De aquellos que forman parte de una realidad que habita en nuestro alrededor, en donde el dolor y la fortaleza deben estar presentes al momento de la súbita llegada de algo inesperado, de eso que hace que se colapse tu actualidad y de la que existe un ligero respiro de esperanza, de esa tan necesaria para nuestro corazón y el de aquellos que son cercanos, llámese familia o amigos.
“El tiempo que tenemos” es un recorrido por diversos momentos en la vida de dos seres humanos que se conocieron de una forma tan inesperada y eso los hizo mirarse de una manera tan llena de amor que ni ellos mismos lo podían imaginar; es así como este viaje nos va a llevar de la ilusión a la curiosidad, de la sorpresa al impacto, del dolor a la resignación, salpicándonos momentos de comedia tan naturales que nos permite reír entre ese golpe en el corazón que está presente desde los primeros minutos de esta película protagonizada tan bellamente por Florence Pugh y Andrew Garfield, quienes nos invitan a ser sus cómplices, a entenderlos y comprender que lo que viven es tan intenso como una despedida anunciada.
Almut (Florence Pugh) y Tobias (Andrew Garfield) tienen un encuentro inesperado que cambiará sus vidas para siempre. A través de momentos de su vida juntos, enamorándose, construyendo un hogar, formando una familia, se revela una verdad difícil que sacude los cimientos de su relación. Mientras emprenden un camino desafiante, aprenden a apreciar cada momento del recorrido inusual que ha tomado su historia de amor, en este romance profundamente conmovedor a lo largo de una década dirigido por el cineasta John Crowley de una forma tan única como pocas veces podemos sentir gracias a la química de sus protagonistas, sintiéndola una historia personal dentro de ese viaje por distintas etapas, desde la individualidad de cada uno, hasta su unión y el nacimiento tan esperado (con una de las escenas más sorpresiva a pero bellamente retratadas) de un alumbramiento en el lugar menos esperado, con las personas menos esperadas y en una fecha que va a representar doblemente ese festejo, el término de un año y el nacimiento de una hija.
Este es un drama intenso en cuanto a su narrativa, pero pausado en la forma de mostrarse; sí habrá sollozos entre los espectadores pero no a ese grado que nos imaginábamos, porque pese a que existe tristeza y sabemos a lo que vamos, la disfrutamos porque nos conectamos rápidamente con sus personajes por esa intimidad que nos compartieron.