Según la sabiduría de la Cábala, el motor del cambio – el deseo – está compuesto por cinco niveles en la escala del cero al cuatro. Los cabalistas llaman a este motor “deseo de recibir placer”, o resumiendo: “deseo de recibir”.
Este deseo creció nivel tras nivel, de cero a cuatro, y en cada uno de ellos desea un llenado mayor, más refinado.
Cuando la sabiduría de la Cábala apareció por primera vez en la antigua Babilonia hace 4,000 años, el deseo de recibir estaba en un nivel cero. Hoy en día, llegamos al cuarto nivel – el más elevado.
¿Cuál es el mecanismo por el cual el deseo va escalando cada vez de nivel?
Los cabalistas escriben que la razón es muy sencilla: cada vez que el deseo de recibir es saturado o de hecho, anulado, el placer que llena el deseo lo suprime.
Si con cierto llenado se elimina el deseo, nosotros ya no podemos disfrutar de él. En la sabiduría de la Cábala, este principio se llama “el placer que anula al deseo”.
Ejemplo: Piensen en su plato favorito. Ahora, imagínense en un lujoso restaurante, sentados cómodamente cuando un amable mozo les trae un gran plato y se los sirve a la mesa. Ah… ¡Qué aroma! Seguramente ya lo están disfrutando. Pero al empezar a comer el placer disminuye y a medida que nos sentimos satisfechos, sentimos menos placer por la comida.
En definitiva, cuando estamos totalmente satisfechos, ya no podemos disfrutar de la comida, y es por eso que dejamos de comer. No lo hacemos porque estamos satisfechos, sino porque no nos resulta placentero comer con el estómago repleto.
Esta es la trampa del deseo de recibir – cuando recibe lo que quiere (llenado), ya no disfruta y tampoco desea. (Ver Gráfico N°1)
Puesto a que vivir sin placer resulta imposible, debemos continuar buscan- do nuevos placeres, mayores aún.
Es así como evolucionamos de generación en generación, desde deseos simples por necesidades básicas, como alimento, sexo, familia y vivienda, a otros más complejos como bienes, honor, con- trol y conocimientos.
En cada etapa, se han ido revelando nuevos deseos, que en definitiva, estos también quedaron sin
satisfacer. Cuantas más cosas queríamos, más vacíos nos sentíamos. Cuanto más vacíos nos sentíamos, más frustrados quedábamos.
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