Semejante a lo que vivieron obreros ingleses y de otras regiones de Europa, en la segunda mitad del siglo XVIIII – 1820 -1840 – con la revolución industrial, ocurre en el gremio de sastres cortadores veracruzanos y del resto de México, cuando las fábricas, cada vez mejor tecnificadas desplazan mano de obra formada a través de muchas generaciones.
Con esa añoranza encontramos al señor Manuel Porras Sánchez, de origen oaxaqueño quien llegó a Veracruz siendo un joven quinceañero ya con bases en el oficio y en el curso de 60 años logró montar negocio propio, del cual reunión patrimonio que le permite transitar sin sobresaltos, ajustado a las circunstancias establecidas por la modernidad. No queda de otra, adaptarse o morir, dijo.
Es precisamente el mes de diciembre, momento donde más se acentúan los recuerdos de la época dorada del ayer, años 50, 60, 70s. Por citar referencias de la diferencia, comentó, en tiempo, durante los últimos 20 días decembrinos el personal ocupado sostenía jornadas de 10 o más horas, realizaban promedio de 100 hechuras de pantalones a la semana, 30 camisas, 15 coordinados – estuvieron de moda -.
En el papel de dueño de la Sastrería Manolo, desde las 7:00 horas emprendía el recorrido por domicilios de sus operarios a fin de confirmar compromisos de entregas. Abundaba el trabajo, intenso flujo de clientes quienes solían llevar, mínimo 3 cortes por persona, suficiente para estrenar el 24, 31 y otros días intermedios. Seguir la tradición de recibir el año con ropa nueva, lucir sus mejores galas.
Hablar de los sastres porteños es referirse a periodo de abundancia, donde el valor a la palabra era ley. Viajeros representantes de firmas fabricantes de casimires, dejaban lotes y la gente allí mismo seleccionaba a su gusto, en presentaciones de Soria, Filtex y otras de mucho prestigio, esa relación virtuosa desapareció, hoy ni siquiera en tiendas se localizan.
Apoyo de grandes maestros entre los sastres
La gratitud siempre debe ir por delante, en el caso de Porras Sánchez evoca figuras que le apoyaron en el inició del oficio, aprendió haciendo de mejora continua, por ello recuerda el papel de mentores: Mario Escalante, innovador, exigente que sentó huella entre los sastres de excelencia. Seguido por Monterrosas, Vera, De la Flor, entre otros que dieron lustre a la sastrería veracruzana.
Predominan los arreglos de sastres
Hablar de trajes es historia en este trabajo artesanal, ahora ni siquiera en bodas lo requieren, cuando mucho recurren al alquiler. Lo mismo sucede con pantalones, cuya hechura cuesta $ 600.00 y resulta un motivo que inclina preferencia por prendas de fábrica en sus múltiples opciones.
A cambio el movimiento fuerte corresponde a los arreglos, ajustes de ropa de hombre y mujer, tarea a cargo del señor Ricardo Jiménez Rodríguez, convertido en un especialista de amplio reconocimiento.
Así encontramos el panorama de una de las tradiciones de mayor fuerza en Veracruz. La modernización tiene en situación de agonía a la noble actividad de los sastres cortadores.
En el caso de Manuel Porras Sánchez sigue firme, muchas limitaciones al frente, pero dice estar satisfecho de la ruta recorrida porque le permitió sacar adelante a su familia y ganarse la amistad y respeto de su vasta clientela en su negocio localizado en la avenida Netzahualcóyotl 1971 entre Esteban Morales y Arista.
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