PUTA:
1. adj. malsonante. Usado como calificación denigratoria.
2. sin. discriminatorio. malsonante. Prostituta, meretriz, furcia, ramera, zorra, fulana, pelandusca.
Diccionario en mano, ya sabemos cómo lo define la moral dominante: un adjetivo malsonante, un insulto que se lanza como piedra envuelta en moralina acompañada de una risita nerviosa. Pero, ¿y si te digo que esta palabra es más poderosa de lo que aparenta? Nos la avientan con la sutileza de una bofetada y esperan que nos agachemos o que quizá nos escondamos tras la decencia prestada. Pero, guapa, si la palabra ya está sobre la mesa, hagamos lo que hacemos mejor: darle vuelta. ¿Qué tal si agarramos esa “espada oxidada” que nos tiraron y la afilamos hasta convertirla en la mejor arma de empoderamiento? Porque, créanme, lo que le incomoda a la sociedad no es la palabra en sí, sino el poder que tenemos al apropiarnos de ella, con toda su maldita carga.
De las pláticas nacen los chismes, y de los chismes brotan los mitos, las mentiras y los estereotipos que tanto adoramos repetir sin cuestionar. Desde siempre me he considerado una mujer libre, libertina, liberal y librepensadora. Ácida, glotona de letras, ingeniosa, erótica, romántica, pellejo y hueso, escaramuza de sueños rotos, pluma orgásmica y una puta mordaz.
Cuando me llaman puta, ya no me escondo detrás de una cortina de falsas modestias o excusas. ¡Al contrario! Lo tomo como un piropo bien merecido. Porque ser puta no tiene que ver con cuántos cuerpos hayas recorrido o las vulvas y vergas servidas en tu plato, sino con la libertad con la que caminas. Y aunque les pese a algunos, el placer es un derecho al que ninguna de nosotras debería renunciar.
¿Pero quién decidió que las mujeres que exploran su sexualidad con la misma naturalidad con la que respiran merecen ser castigadas? Ah, sí, la misma sociedad que nos recetó la monogamia y nos dijo que el sexo solo es válido si se hace por amor, en la oscuridad y con la camiseta puesta. La misma sociedad que nos enseñó que debemos ser santas, pero condenó a las putas. Pero te diré una verdad que es inamovible sobre nosotras las “putas”: unos nos adoran, otros nos detestan, pero lo que es seguro es que nadie puede ignorarnos. Siempre somos el tema en la boca de todos. Porque si algo sabemos hacer es brillar, provocar y, por supuesto, nunca pasar desapercibidas.
Es momento de abrazar el placer en todas sus formas y desterrar de una vez esos mitos y mentiras que nos atan como cadenas invisibles. Así que, prepárate, porque aquí te desmantelo esos estereotipos gastados sobre las “putas” que, queriéndolo o no, te impiden ser auténtica y disfrutar del verdadero placer.
Mito 1: Las putas se acuestan con cualquiera.
¡A chingá, chingá!, si alguien ha decidido autodenominarse puta, o ha sido bendecida con ese título por la sociedad,¿quién dijo que eso automáticamente significa que no tiene estándares o filtros? ¿En serio creen que porque una persona disfruta de su libertad sexual, entonces se va a acostar con el primero o primera que se le cruce? ¡Hazme el bendito favor!. Aquí va la verdad: una puta que se respeta sabe lo que quiere y no tiene que justificarlo ante nadie. El deseo sexual no es una rebaja de la exigencia, sino más bien una forma de reivindicar su derecho a decidir, sin remordimientos, con quién, cuándo y dónde. Así que no confundas el hecho de que alguien disfrute del sexo con la falta de filtros o dignidad. Y, por cierto, si eres de las que se lo pasa bien acostándose con quien le apetezca, mientras estés en control, feliz y segura, ¡adelante! Porque, al final, nadie tiene derecho a opinar sobre lo que haces entre las sábanas, siempre y cuando sea consensuado.
Mito 2: Las que no tienen papá.
¡Ah, el clásico freudiano! Porque claro, si una mujer está en pleno goce de su sexualidad, no falta quien diga que es porque papá no le prestó suficiente atención. Es como si Freud y el reggaetón se hubieran aliado en una especie de conspiración patriarcal. Basta recordar esa joya de la filosofía popular, Dani Flow: “se mueven más rico las que no tienen papá”. Vaya forma de justificar una realidad mucho más compleja con clichés baratos. Y sí, algunas personas (como todos) llevan sus traumas a cuestas, pero ¿es eso excusa para andar reduciendo la vida sexual de una mujer a problemas no resueltos en su infancia? No, mi amor. Los traumas no son un pase libre para convertir la vida íntima de alguien en un chisme. Si tanto te preocupa el tema de los “problemas con papá”, mejor hagamos que la sociedad centre el foco en crear mejores figuras paternas en lugar de usar eso como herramienta para avergonzar a una mujer que simplemente disfruta su cuerpo y su placer sin pedirle permiso a nadie.
Mito 3: ¡Sola con mi soledad!.
Ah, el mito favorito de los amargados: que las putas terminaremos viejas, solas y rodeadas de gatos como única compañía. ¡Por favor! En primer lugar, si llego a la mediana edad con gatos, vino, pizza, Netflix, mi vibrador y una pila de libros, créeme que seré inmensamente feliz. ¿Te suena mal? Para algunas de nosotras, ese es el maldito paraíso.
Ahora, vamos a la realidad. Esa idea de que una mujer empoderada, feminista o que vive su sexualidad de manera libre está destinada a una vida de soledad es pura fantasía patriarcal. Tener una perspectiva radical o única sobre el sexo y la vida no nos convierte en outsiders ni en errantes solitarias. Al contrario, nos coloca al frente, listas para abrazar el futuro. Si ese futuro implica un esposo, una esposa, diez gatos o todo junto, ¡maravilloso! Pero de una cosa puedes estar seguro: no estamos aquí para encajar en la historia que otros escribieron sobre nosotras.
Mito 4: Guanga.
Ah, el clásico mito de que las putas tenemos la “vagina aguada”, como si disfrutar nuestra sexualidad rompiera con milenios de perfecta anatomía femenina y de repente, nuestra vagina fuera un elástico desechable que se estira y ya no sirve. A ver, vamos a poner las cosas en su sitio: un bebé completo puede salir de ahí, y sí cariño, todo vuelve a su lugar. Ahora, ¿en serio crees que tus 16 cm son capaces de provocar más “estragos” que eso? Relájate. Es curioso cómo lo que de verdad parece intimidar es que algunas de nosotras hayamos disfrutado de consoladores más grandes que tu ego.
Pero tranqui chiquitín, no midas tu valor como hombre en centímetros ni proyectes tus inseguridades en nuestro cuerpo. Al final del día, cada cuerpo es distinto, y el verdadero placer no se trata de “tensión”, sino de la conexión, la química y, sobre todo, el consentimiento. Y si vamos a hablar de tolerancia, déjame decirte que hay muchas más mujeres lidiando con micropenes que hombres preocupándose por una supuesta “vagina guanga”. Así que, cuando vuelvas a tener esos pensamientos, relájate tú, y deja de preocuparte por cosas que ni entiendes.
Mito 5: Las mujeres que no aman a las mujeres.
Ah, el clásico veneno que nos vendieron con moño y todo: esa idea de que, en el momento en que una mujer decide adueñarse de su cuerpo, de su placer y de su vida, automáticamente se convierte en enemiga de su propio género. Porque claro, una mujer que goza de su sexualidad no puede también disfrutar de la compañía de otras mujeres, ¿no? No puede haber sororidad si estás usando minifalda o te coges a 3 en una noche, ¿verdad? Pues guapa querida, deja que te lo explique con un poco de sarcasmo y honestidad: la puta promedio no solo no odia a las mujeres, ¡las ama profundamente!
Y no hablo solo de las “hermanas biológicas”, hablo de esa complicidad que existe entre nosotras cuando, en vez de competir, nos aliamos. Porque no hay nada más revolucionario que las mujeres que se abrazan, que se apoyan y que juntas se quitan los estigmas y prejuicios con los que nos han marcado desde niñas. Nos enseñaron a desconfiar unas de otras, a ser enemigas naturales, porque si nos unimos somos imparables. Nos vendieron la idea de que tenemos que “agradarle a los hombres” y que solo podemos ser amigas de ellos, porque “las mujeres son complicadas”, “traicioneras”, “envidiosas”. ¿En serio?
Esos mismos que nos llaman putas nos quieren enfrentadas. Pero ¿sabes qué? La hermandad de putas va más allá de esos estereotipos rancios. Aquí estamos, unidas, apoyándonos en nuestras luchas, compartiendo nuestros secretos, nuestras risas y nuestras lágrimas. Porque ser mujer en esta sociedad es ya un acto de resistencia. Y ser una puta es una declaración de independencia: es gritarle al mundo que mi cuerpo es mío y que mis decisiones no le pertenecen a nadie más.
Así que no, guapa. No odiamos a otras mujeres. Nos odian a nosotras porque somos libres. Porque en el fondo, saben quecuando las mujeres se sueltan las cadenas y se juntan, ya no hay quien las detenga.
Mito 6: Puta si, feminista no.
Hay quienes piensan que aceptar y disfrutar tu sexualidad como mujer es ceder al patriarcado, que mostrar piel o hablar abiertamente sobre placer nos convierte en cómplices de un sistema que nos objetiviza. Pero aquí está la verdadera trampa: esa misma narrativa de que solo hay una manera correcta de ser feminista es, en sí misma, otra forma de control. Nos están diciendo qué hacer con nuestros cuerpos y cómo luchar. ¿No es eso lo mismo que hemos estado combatiendo todo este tiempo?
Para algunas mujeres, la sexualidad puede no ser una herramienta de empoderamiento, y eso está perfecto. Cada quien lucha desde su trinchera. Pero para nosotras, las putas, la sexualidad es poder. Es la manera en que tomamos las riendas de nuestra narrativa, de nuestros cuerpos y de nuestro placer. No es una capitulación, es una declaración. Si crees que el feminismo solo puede verse de una forma, entonces estamos en problemas, porque el feminismo real no es un molde que se ajusta a todas. Es un abanico amplio y generoso que abraza la diversidad de experiencias, de cuerpos, de deseos, y de decisiones.
Y si para ti, expresar tu sexualidad no es parte de la lucha, está bien. Pero no vengas a quitarme mi forma de resistir. Porque al final del día, el feminismo es sobre la libertad de decidir, y eso incluye elegir cómo quiero ser poderosa.
Mito 7: Y todos me miran, me miran, me miran.
“Las putas lo hacen para llamar la atención”. Pues claro, porque en este maravilloso mundo de códigos de vestimenta absurdos y censura corporal, mostrar un poco de piel es el crimen del siglo. Si te atreves a ponerte una falda que suba más allá de la rodilla, ¡aguas! Ya te tacharon de robamaridos. ¿Por qué? Porque supuestamente todo lo que hacemos es para atraer miradas masculinas, ¿verdad?
Perdón, pero no. La realidad es mucho más sencilla: me visto como me da la gana porque me hace sentir bien, sexy y libre. Si alguien por ahí se escandaliza porque muestro más piel de lo que “la Karen promedio” considera aceptable, pues qué pena por ella. Deberías agradecer que te deje ver mis nalgas bien trabajadas, porque créeme, no son para cualquiera.
Y no, no me visto ni coqueteo “para llamar la atención”. Si quiero que alguien me mire, me desee o me toque, será porque yo lo decido, no para satisfacer ninguna expectativa absurda. Es simple: mi ropa y mi cuerpo son míos, y mi deseo también. ¿O es que ahora resulta que mi deseo está a la venta para quien lo quiera interpretar como mejor le convenga?
Mito 8: Nos falta “el beso de amor verdadero”.
El mito que tanto nos quieren colgar como medalla de vergüenza. El clásico cuento de hadas distorsionado: “Las putas solo lo son porque no han encontrado el amor verdadero.” Claro, porque parece que necesitas la bendita redención del “amor verdadero” para poder ser una persona decente. ¿Sabes qué es lo irónico? Que muchas personas no encuentran el amor porque ni siquiera saben disfrutar de su propio cuerpo. Como si el placer y el amor fueran enemigos. ¡Error! El placer y el amor no están peleados, son compañeros de viaje. Y si alguien viene a decirte que necesitas ser “rescatada” de tu sexualidad para ser digna de amor, mejor sal corriendo. No te dejes embaucar por esas mentiras disfrazadas de romanticismo tóxico.
Mito 9: La etapa de la punzada.
Ser puta no es una fiebre pasajera o una crisis existencial que se supera como el mal gusto musical en la adolescencia. Tal vez, para algunas, lo sea. Pero no te equivoques, ser puta no es solo un asunto de cuántos cuerpos toques o de cuántos deseos explores; ser puta es una declaración de libertad, de empoderamiento, de gozar la vida a tu manera, sin pedir perdón. Y guapa, cuando una mujer descubre ese poder, ya no hay vuelta atrás. Nosotras no necesitamos redimirnos, porque vivir en nuestro placer es nuestra verdadera redención.
¿En serio quieres seguir creyendo que una mujer que se adueña de su sexualidad, que la vive con desparpajo y orgullo, merece menos respeto que una que se guarda sus deseos? Vamos, dime, ¿en qué manual dice que tu valor como ser humano depende de cuántas camas hayas visitado o de cuántas veces hayas reprimido un gemido por no “incomodar”? El respeto no tiene precio ni se mide en orgasmos. El respeto se gana siendo auténtica, fiel a ti misma, sin pedir disculpas por querer, por sentir, por disfrutar.
Nos quieren hacer creer que nosotras, las putas, somos incapaces de amar. Como si el amor fuera un privilegio reservado solo para quienes se mantienen “puras” y sumisas. Pero la realidad es otra: las putas nos atrevemos a ser libres, a amar con la misma fuerza con la que explotamos nuestra sexualidad. Porque el placer y el amor no son opuestos, son compañeros de viaje. Vivimos en un mundo que teme a las mujeres que se apropian de su cuerpo, que piensan que para merecer amor hay que reprimirse. Pero, ¿por qué habría de ser así? El verdadero poder está en saber que puedes tenerlo todo: amar y desear, disfrutar y comprometerte, sin pedir perdón ni permiso.
Dejemos de pedir disculpas por sentir, por vivir en nuestra piel y disfrutar del placer que nos pertenece. No tenemos que redimirnos, porque no hay nada que perdonar cuando vives fiel a ti misma. La sociedad podrá intentar ponerle etiquetas a nuestra libertad, pero nosotras no estamos aquí para caber en sus cajitas. Somos una revolución de placer y amor, una que no se arrepiente, una que no se limita. Así que guapa, olvida las mentiras que te han contado y celebra tu cuerpo, tu deseo, tu vida. No somos una palabra, ni una fase, somos el fuego que nunca se apaga. ¡Sé libre, sé dueña de tu placer, sé puta con orgullo!
Y tú, ¿Qué tan puta te sientes hoy? Si tienes dudas, secretos que confesar, sugerencias sobre temas o sólo quieres desahogarte, escríbeme a [email protected]Juntos podemos explorar y desmitificar el placer y la intimidad sin prejuicios. Sígueme en todas mis redes, hagamos que esta comunidad cada día crezca más, y hablemos más de nuestra intimidad sin tabúes. Espero tus correos o mensajes directos en mis redes con muchas ansias. Y recuerda: “¡Siempre deseo profundamente que tus orgasmos se multipliquen!”.
Por Emily Villegas
Síguenos en Twitter @ElDictamen
O si lo prefieres, en Facebook /ElDictamen.
Y también en Instagram: @ElDictamen
Más noticias: AQUÍ