Independientemente de si valdría la pena o no tener una continuación de un sorpresivo clásico como fue “Beetlejuice” allá por 1988, es de valorarse mucho tener de regreso a casi todo el cast de la original, y de paso, que vuelva como director el grandioso Tim Burton, quien retoma por completo todo el toque característico del filme en su humor, efectos visuales mecánicos, personajes y en realidad no se siente que pasó tanto tiempo, ya que sentimos tan cómodos a los personajes interpretados por Michael Keaton, Winona Ryder y Catherine O’Hara, a quienes se suman Jenna Ortega, Monica Bellucci, Willem Dafoe y Danny DeVito.
Tras una inesperada tragedia familiar, tres generaciones de la familia Deetz regresan a Winter River. La vida de Lydia, todavía atormentada por Beetlejuice, da un vuelco cuando su rebelde hija adolescente, Astrid, descubre la misteriosa maqueta de la ciudad en el desván y el portal al Más Allá se abre accidentalmente. Con los problemas que se avecinan en ambos reinos, es sólo cuestión de tiempo que alguien diga el nombre de Beetlejuice tres veces y el travieso demonio regrese para desatar su propio caos.
La película es entretenida y tiene varios momentos que resultan divertidos, la caracterización de los personajes y la presencia de un clásico musical, al que se suma otro coreografiado ahora dentro de una iglesia, elementos que permanecen intactos bajo un guión aceptable para traer de vuelta la historia que ahora se nos narra, en el que si bien se hacen de nuevas caras conocidas, sus participaciones no llegan a tener una fuerza total, es decir, están un poco desaprovechados para lo que podrían dar.
Se dice que el director recuperó su amor por hacer películas después de realizar esta, y se le agradece por la emoción que sentimos, en especial los fans, desde los títulos iniciales donde escuchamos los acordes de Danny Elfman acompañando a los planos aéreos del pueblo ficticio Winter River (la famosa maqueta que cobra vida ante nuestros ojos como un homenaje a la entrada de antaño), lo que misteriosamente nos lleva a reír en varios momentos (especialmente donde aparece Bob) y la estética de Burton (incluida una maravillosa escena en stop motion), logrando buen ritmo en la historia y el emocionante viaje al mundo de los muertos), sin faltar el gore con peculiares baños de sangre.