Se podría decir que “La noche del demonio” fue una de esas películas que en su primera entrega de 2010, sorprendió a las audiencias por el estilo de terror que manejaba, muy alejado de la violencia y más enfocado en el suspenso, la cual nos puso los pelos de punta con una sola escena, aquella de un demonio de cara roja que aparece sorpresivamente detrás del protagonista.
Como era de esperarse y debido al éxito logrado, una segunda entrega llegó en 2013 y repitió la misma fórmula, pero desgraciadamente vio su declive en las partes tres y cuatro de 2015 y 2018 que no resultaron una digna continuación y por las que la historia se desgastó por completo.
Sorprende tener ahora entre nosotros la que aparentemente cierra el ciclo, es decir la última parte con “La puerta roja” donde el reparto original de la franquicia de terror regresa para el capítulo final de la saga de la familia Lambert, ocurriendo todo esto nueve años después de lo visto en la primera y segunda entrega.
Para acabar con sus demonios de una vez por todas, Josh (Patrick Wilson) y un Dalton en edad universitaria (Ty Simpkins) deben adentrarse más que nunca en El Más Allá, enfrentándose al oscuro pasado de su familia y a una serie de nuevos y horripilantes temores que acechan tras la puerta roja, porque detrás de ella están las respuestas a todas aquellas dudas que los han acompañado desde el primer viaje y que ahora es necesario concluir para que la familia que ahora El resultado del último capítulo de esta saga ha sido totalmente decepcionante. Si bien se aplaude tener de regreso al cast original y respetar el terror de antaño, la trama está muy gastada y rebusca demasiado en dar un giro inesperado a la verdadera identidad de ese demonio rojo que nos aterra, cayendo en el cliché barato emocional, con escenas de suspenso muy poco efectivas, en donde la familia luce muy gris, totalmente desangelada y los personajes secundarios poco atractivos.