Existe un cierto tipo de cine mexicano que me gusta, y ese es aquel que simplemente narra alguna etapa en la vida de alguna persona, en especial cuando se necesita aprender, perdonar y aceptar que lo más importante no es lo material, sino estar bien con uno mismo y estar muy consciente de nuestros orígenes.
Michelle es una joven superficial y adinerada, mientras que Alfonso es un músico considerado la oveja negra de su familia. Un par de vidas completamente diferentes se ven obligadas a cruzarse cuando Michelle recibe como herencia un diario de su padre en donde se le indica que debe realizar obligatoriamente un viaje a Chiapas para acceder a sus bienes; ella tendrá que aceptar hacer este viaje junto a un pasante de abogado, y juntos aprenderán que el destino siempre nos tiene preparadas sorpresas que cambiarán nuestras vidas.
Creo que el acierto más grande que tiene esta película es el hermoso viaje que nos permite realizar por Chiapas, en donde conocemos un poco sus calles, lugares mágicos, cultura y actividades, y es que si bien la historia de fondo no tiene la fuerza que se hubiera esperado, la pareja de protagonistas hace su intento por agradarnos, pero debido a lo ligero de su argumento y a lo superficial de sus situaciones, no llegamos a conectar del todo con ellos.
Eso sí, el soundtrack que podemos escuchar de fondo con algunas piezas de corte independiente resulta interesante y muy atractivo, lo que nos lleva a querer escuchar por completo esas canciones que acompañan a la pareja de desconocidos en ese camino de secretos que será revelado y donde algunos, pese a ser demasiado obvios, logran funcionar dentro de la trama.