Con el fin de entender más fácilmente el enfoque de la sabiduría de la Cábala sobre el tema de la percepción de la realidad, repasaremos brevemente el camino a través del cual se desarrolló el enfoque científico de este tema a lo largo de los años.
Según el enfoque clásico que representa Newton, el mundo existe por sí mismo, sin relación al hombre, y su forma es constante.
Luego Einstein descubrió que el mundo es mucho más amplio de lo que se percibe. Nuestra percepción es relativa y depende de nuestros sentidos, y por lo tanto no podemos decir cuál es
precisamente el mundo que está por fuera de nuestro “acuario”.
Todo depende del observador que percibe la realidad. El enfoque científico moderno de la percepción de la realidad, basada en la física cuántica, sostiene que el espectador influye
sobre el mundo y como resultado de ello, cambia la imagen que percibe.
La imagen de la realidad es como un promedio entre las cualidades del observante y las cualidades del objeto o del fenómeno que capta.
¿De qué se trata esto? Los físicos descubrieron que las pequeñas partículas que comprenden todos los detalles de la realidad, no tienen un espacio definido, ni una velocidad definida, ni siquiera un tiempo definido.
Curiosamente, todos estos datos se definen únicamente cuando alguien los mide, y todas las medidas son válidas igualmente.
¿Confuso? Escuchen qué tiene para decir la sabiduría de la Cábala al respecto: según la sabiduría de la Cábala, el mundo que está por fuera de nosotros es, de hecho, una ilusión.
En realidad, no tiene ninguna forma propia.
En el artículo “Introducción al libro del Zóhar” (10), explica Baal HaSulam, que todo ese gran maravilloso mundo que vemos, supuestamente por fuera de nosotros, en realidad es una imagen
interna que se dibuja solamente en nuestro interior.
Y así lo dice Baal HaSulam con sus palabras (11): “por ejemplo, nuestro sentido de la vista, en donde vemos frente a nosotros un mundo inmensamente grande, y toda su maravillosa integridad.
En realidad, no vemos todo eso, sino en nuestra propia interioridad, ósea, en la parte de atrás del cerebro, donde hay como una cámara fotográfica que ilustra en ella todo lo que vemos, y nada fuera de nosotros”.
Para poder ilustrar estas palabras, imaginemos que el hombre es una caja cerrada en la que hay cinco canales de entrada: ojos, oídos, nariz, boca y manos (Ver Gráfico Nº 6). Estos órganos
representan los cinco sentidos: vista, oído, olor, gusto y tacto, a través de los cuales el hombre capta algo que, supuestamente, se encuentra fuera de él.
Equipo Bnei Baruch Veracruz
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