La sabiduría de la Cabalá se llama “sabiduría de lo oculto”, entre otras cosas porque se ocupa de los estratos internos del hombre, que solo están revelados para él mismo y ocultos para los demás.
La sabiduría de la Cabalá se ocupa de los pensamientos, los deseos y las intenciones del hombre. Debemos dirigirnos hacia adentro.
Allí, en nuestros deseos y nuestras intenciones, se encuentra el lugar de trabajo, y allí se nos revela la espiritualidad.
Ningún acto externo, sea cual fuese, revelará ante nosotros la realidad espiritual, mientras este se haga con la intención incorrecta, con la intención con el fin de recibir. El cambio que debemos pasar es interno: el cambio de nuestras cualidades internas, el cambio de la intención.
Un Mundo Completo Afuera
Grande. En Estados Unidos de América, todo es grande – inmensos son sus espacios, altos son las torres que rozan sus cielos, ilimitadas son las abiertas posibilidades ante los que entran por sus puertas, y si no son lo suficientemente grandes, siempre se pueden agrandar un poco más.
Hay algo conmovedor en esa ansiedad por lo grande. Quizás porque es tan básica, y quizás porque al final del día tiene sitio en el corazón de cada uno de nosotros. Después de todo, la locura de grandeza americana no es más que otro ejemplo de la persecución constante e inútil de toda la humanidad tras algo más grande.
Tal como dicen los ancianos de Manhattan: “no importa cuán grande es el rascacielos, nunca será lo suficientemente grande”.
Según la sabiduría de la Cabalá, es natural que queramos más. La verdad es que no hay algo más natural que eso. Después de todo, el Creador (la naturaleza) nos creó para que disfrutemos de todo lo bueno de la Creación.
Aun así, en vez de recibir todo, recibimos solo un poco. En vez de la imagen amplia y completa de la realidad, se nos revela a la vista una imagen restringida y parcial. Piénsenlo, ¡ni siquiera sabemos qué sucederá dentro de un momento!
No es de asombrarse que profundamente, en cada uno de nosotros anida la sensación que se puede más. No en vano, a lo largo de la historia, intentamos descubrir partes adicionales de la imagen completa, entender más profundamente la realidad en la que vivimos.
Solo que las ganas de revelar más dentro de nuestras herramientas sensoriales comunes, nos conduce a un callejón sin salida. No importa cuanto más se expanda nuestra imagen de la realidad, al final de cuentas, esta imagen seguirá siendo muy limitada.
¿Por qué? Puesto a que el mecanismo de nuestra percepción de la realidad está dirigido por nuestra intención egoísta, la intención con el fin de recibir. Todo el tiempo estamos centrados en nosotros mismos, en el beneficio que ganaremos en toda acción, y por eso, nuestra percepción de la realidad se limita a los límites de nosotros mismos.
Puesto a que nuestro deseo y nuestra memoria trabajan según la intención con el fin de recibir, estamos limitados como células individuales, a la percepción de una imagen limitada y estrecha de toda la realidad. A los efectos de sentir toda la realidad, la realidad espiritual, debemos ampliar nuestros contenedores sensoriales. (Ver Gráfico Nº 7)
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