A lo largo de la historia, se dieron distintas explicaciones sobre la inaceptable diferencia que existe entre la generación, los seres humanos, trataron de comprender ¿Cómo puede ser que del Creador, que es todo bondad, sale el mal?
Es decir, el Creador puede sacar de sí mismo, solo lo que hay en Él, y si es absolutamente Bueno, entonces, no existe en Él ningún mal.
Hay quien solucionaron el problema mediante la “división del trabajo” entre dos autoridades, un Creador es el responsable de lo bueno y otro Creador es el responsable de lo malo: “Dios” que crea el bien y lo sostiene, y el “diablo”, que crea el mal y lo sostiene.
Están quienes perfeccionaron el método y designaron una fuerza superior para cada acción: una fuerza responsable de la riqueza, la segunda de la belleza, la tercera de los alimentos y otras fuerzas, de la muerte, la mentira, y así sucesivamente.
El mejor ejemplo de ello es la mitología griega.
Mientras que la familiaridad de la gente con el mundo circundante era limitada, se podía vivir pensando que existe un “dueño” único que administra todas las cuestiones.
Pero a medida que la ciencia se fue desarrollando, y se fue aclarando que la creación funciona como un solo cuerpo, conforme al único programa que conecta a todas las partes juntas como una sola entidad – el argumento de que la creación es dirigida por más de una fuerza perdió su validez.
Se despertó la necesidad de una nueva explicación a la contradicción entre el bien y el mal, y esta no tardó en llegar. El reconocimiento de que la creación actúa como un solo cuerpo, llevó a la gente a deducir que esa fuerza única que dio origen a la creación, es ciertamente el bien absoluto, y con mucha sabiduría, el creó al mundo.
Pero precisamente a causa de su grandeza, esta fuerza considera a nuestro mundo como algo falto de valor, y no tiene interés en manejar nuestros asuntos mezquinos. Por lo tanto, nos ha dejado en paz y cada uno hace lo que le viene en gana. De aquí proviene la causa de todos los males del mundo. Tales ideas se reflejan en las enseñanzas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
Sin embargo, a pesar de todas las explicaciones sobre la contrariedad entre el bien y el mal, “el mundo sigue obrando como de costumbre”, tal como escribe Baal HaSulam en el artículo “La Paz”: “y esta grande y terrible brecha (entre el bien y el mal), no solo no la repararemos, sino por el contrario, se irá ampliando ante nuestros ojos como un terrible abismo, sin ver ni esperar encontrar una salida o refugio de él”.
El abismo se expande, porque estamos buscando la solución lejos de nosotros, cuando se halla debajo de nuestras narices. Debemos intentar resolver la contradicción entre el bien y el mal comprendiendo la naturaleza de la Providencia, tenemos que entender que la raíz del problema está en nosotros, en nuestra naturaleza, y allí también se encontrará la solución. El problema no está en el Supervisor.
La causa del enorme abismo entre el bien y el mal es la naturaleza humana, y allí también se encuentra la corrección de esa enorme disparidad.
Regla Inflexible
Las reglas, presuntamente, son asunto serio. Los legisladores, tienen a veces la tendencia de ser más serios de lo necesario; y cuando esto sucede, todo este asunto se torna ridículo.
En Tennessee, Estados Unidos, por ejemplo, promulgaron una ley que prohíbe disparar a un animal que viaja en un vehículo, excepto a la ballena (una prohibición especialmente interesante, considerando que ese país no se encuentra a las orillas de ningún mar).
En Francia, tendrás que rendir cuentas si llamas “Napoleón” a tu cerdito, Y en California, el estado de Arnold Schwarzenegger, todo ciudadano tiene derecho de disfrutar del sol, según la ley. Qué bueno que hay una ley.
Hasta aquí lo concerniente a las leyes de un país. Las leyes de la naturaleza, son ya un caso completamente diferente. Son simples y concisas, y su mecanismo de aplicación mucho más eficaz. Si, por ejemplo, sales a pasear a través de la ventana de un quinto piso, esto no terminará bien. La ley de gravedad no es compatible con acciones de esta índole.
FIN
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