Este importante principio en el trabajo espiritual de la persona, la prueba de nuestra relación con el prójimo como medida de nuestra relación con el Creador, con el atributo de otorgamiento, se denomina “del amor a los creados al amor al Creador”.
Sólo intentando otorgar al prójimo es posible alcanzar la revelación del Creador. No es posible revelar al Creador directamente. Para que aprendamos a otorgarle, el Creador se ocultó y nos dejó en compañía de otras personas como nosotros, para que al corregir nuestra relación hacia ellos lo descubramos.
En este punto, es importante enfatizar, que la corrección de nuestra relación con el prójimo no significa sonreír a todos en la calle, ayudar a los necesitados o pagar los impuestos a tiempo.
La corrección de la que habla la sabiduría de la Cabalá es interna, es la corrección de la intención.
Ninguna acción externa será útil, si la intención que se halla detrás de ella está corrupta.
Sólo en el trabajo frente al prójimo, podemos comprobar hasta qué punto realmente nos hallamos en otorgamiento.
Y si descubrimos que no estamos en otorgamiento, significa que todavía actuamos con la intención de un beneficio propio, entonces, ya estamos conscientes de la mentira en la cual nos encontramos y podemos apelar a la Luz que reforma con una petición fuerte y esclarecida para la corrección, para adquirir el atributo de otorgamiento, para la conexión con el Creador.
A partir de aquí comienza el camino hacia la verdad.
“¡Cuidadito!”
La corrección de la relación con el prójimo como condición para la revelación del Creador, provoca que muchos alumnos que realizan sus primeros pasos en el estudio de la sabiduría, piensen que la sabiduría de la Cabalá es una doctrina moral. La última parte de la lección la dedicaremos a aclarar la diferencia entre una doctrina moral y la sabiduría de la Cabalá.
El mundo es un lugar peligroso para vivir en él. No es necesario ser Albert Einstein para comprenderlo. De todos modos, cuando le preguntaron al genial físico, por qué cree que el mundo es un lugar peligroso, su respuesta se lució en su típicas lucidez y agudeza: El mundo es peligroso para vivir, dijo Einstein, no por culpa de los que hacen el mal, sino por aquéllos que no hacen nada al respecto.
FIN
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