Con simples y sabias verdades como esta no tiene sentido discutir. Es evidente que para erradicar el mal es necesario actuar en su contra.
No importa cuán alta sea la valla alrededor de la mansión, o cuán fuerte cerremos las persianas, si no hacemos nada en contra del mal que se desencadena afuera, finalmente, llegará también al salón de nuestra casa.
Hasta aquí está todo claro. La pregunta es, ¿Qué debemos hacer?
Aparentemente, la respuesta es simple: debemos aprender cómo frenar nuestro ego (el deseo de recibir). Toda persona sensata cuéntalo notará. Y ciertamente, a lo largo de la historia humana, muchos señalaron al ego como la fuente del mal en el mundo.
De hecho, toda lección de sistemas éticos se basa en este concepto. A medida que el ego se va revelando, se va esclareciendo más y más que es él el causante de todos nuestros males. Parecería que si supiéramos cómo limitarlo y restringirlo, podríamos construir una sociedad sana y vivir en un mundo mucho mejor.
Sin embargo, la experiencia humana nos enseña que los sistemas éticos sencillamente no funcionan.
El método de corrección según la sabiduría de la Cabalá, es significativamente diferente de todos los sistemas éticos.
Si logramos distinguir la singularidad del método de la Cabalá, nos ahorraremos muchos errores innecesarios en el estudio de la Cabalá, y sabremos precisamente qué debemos hacer frente a los peligros que van aumentando en el mundo.
Según los sistemas éticos, la solución para el ego en crecimiento es la represión, principalmente por mecanismos de castigo y opinión social.
Esto comienza casi desde el día en que nacemos – desde el clásico e inevitable “¡cuidadito!” de papá y mamá – y continúa hasta el día de nuestra muerte.
Cada persona que roba, miente, golpea o actúa en contra del interés general de la sociedad, es castigada y “se gana” la actitud negativa de la sociedad. Esta es la simple lógica que yace detrás de todos los sistemas éticos.
El punto es, que todo lo que hacemos para frenar nuestro ego, es en vano. Por lo contrario, cuanto más tiempo pasa, más crece, y cuanto más se intenta frenarlo se vuelve más intenso. Realmente como un monstruo mitológico, que cada vez que se lo decapita, produce el doble de cabezas nuevas.
La razón es simple: de acuerdo al Plan de la Creación, el deseo de recibir tiene un programa de evolución propio, y no podemos hacer nada para detenerlo.
Por consiguiente, la sabiduría de la Cabalá, que se desprende hasta nosotros desde el Plan de la Creación, no se ocupa en absoluto de la corrección del deseo de recibir en sí.
Según el método de la Cabalá, no es posible corregir el deseo, y tampoco hay necesidad de hacerlo. El problema no está en nuestra naturaleza, recibir, sino en el modo en que la utilizamos, únicamente para beneficio propio. En otras palabras, el problema no reside en el deseo sino en la intención, y eso es lo que debemos corregir.
FIN
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