Pero la dificultad de atribuir todo el mal de la Creación al Creador Bueno y Benefactor, no es el único desafío en el trabajo de “No hay nada más que Él”. En realidad, si nos analizamos, veremos que incluso nos cuesta relacionar con el Creador a los eventos buenos que suceden en la Creación, por no hablar de todos los innumerables momentos que no son ni buenos ni malos, todos esos momentos triviales que forman parte de nuestra rutina diaria.
La atribución de cada hecho a una sola fuente, el Creador, es el primer principio en la percepción del mundo llamado “No hay nada más que Él”.
Según la sabiduría de la Cabalá, cada vez que no cumplimos con ello, estamos sirviendo a otros dioses, actuamos de idólatras.
¿Quiénes son esos ídolos a los cuales servimos? La respuesta es increíblemente sencilla: cualquier persona que culpemos por el mal que se nos presenta, ya sea el conductor en un cruce, el jefe en el trabajo o el líder acérrimo de un país enemigo.
Si el conductor nos toca la bocina en un cruce, y en respuesta yo le grito en lugar de atribuir el suceso al Creador, estoy adorando ídolos.
¿Quién es el ídolo a quien adoro? El conductor que me ha tocado la bocina. Él arruina mi estado de ánimo y siento que debo cerrar cuentas con él.
Otro ejemplo: si mi jefe en el trabajo me amarga la vida, y en el fondo de mi corazón deseo que lo despidan, en lugar de atribuir también este hecho a la única fuerza que dirige la realidad, estoy adorando ídolos. ¿A qué ídolo estoy adorando?
A mi jefe, estoy preso de la fantasía de que él me amarga la vida.
“No está abandonada la naturaleza en su trayecto”, escribe el Rav Kook, “no enviuda la historia en sus enredos. Dentro de ella vive un fuerte redentor, Señor de todos los actos, justo en todas las generaciones.
Los procesos son permanentes y ordenados, y todo se va iluminando”. Cada caso que nos ocurre en la vida, sea cual fuere, nos llega del Creador, con el fin de acercarnos a Él.
Nuestro trabajo con “No hay nada más que Él”, consiste en atribuir todo a la única Fuerza que dirige a toda la Creación, incluso los hechos que aparentemente nos alejan del camino espiritual.
Todo pensamiento que surge en nuestra mente, todo deseo que se despierta en nuestro corazón, cada acto en nuestras vidas, son en realidad un llamado del Creador a renovar nuestra relación con Él. Y en esta renovación del contacto con el Creador, estamos siendo rescatados de una rutina cegadora hacia el lugar en el cual nosotros realmente vivimos. Mientras vivimos sin preguntarnos por qué vivimos, somos como marionetas, manejadas, y sin cuestionamientos.
El pensamiento sobre el Creador, sobre el propósito de la Creación y mi lugar en relación a ella, es un regalo precioso, es la oportunidad de salir hacia la verdadera vida.
El Creador te envía continuamente un mensaje, ¿no le responderás?
FIN
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