¿Seguiremos haciendo del juego nervios, parálisis y temor?
Por Roberto Matosas.
Los niños juegan porque disfrutan, se divierten, y están con sus amigos. Hasta que desde el exterior empiezan a escuchar la palabras que no figuran en su diccionario emocional: GANAR…’juégala de primera…’ ‘achiquen…’
Palabras adultas que no tienen nada que ver con las que ellos prestan más atención: jugar, disfrutar, hacer lo que más les gusta!
Las presiones empiezan desde muy pequeños a dominarles y no saben qué hacer. Ellos juegan porque el juego es parte del conocimiento que el niño va adquiriendo sobre sí mismo.
Pero sus mentes empiezan a ser tiranizadas por los de ‘afuera’ con exigencias que ellos no entienden y sus cuerpos van siendo acostumbrados a seguir ordenes que no comprenden pero como son los adultos los que las expresan…debe ser así. Y empiezan a resignarse…a jugar para que los resultados satisfagan a los de detrás de las líneas del campo de juego.
Cuanta ignorancia, insensatez, estupidez y pésima orientación demostramos cuando sometemos al niño a unas creencias que durarán para toda la vida y que los esclavizará a seguir esas órdenes- incluso en su vida adulta- que generan nervios, parálisis y…miedo a que el resultado no sea el que esperan los de pantalón largo.
Los padres y los entrenadores de niños pueden ser una fuente de presión, ansiedad y hostilidad permanente sin darse cuenta y con las mejores intenciones.
Se puede tener entrevistas con ellos para aflojarles esta clavija que “aprieta”. A veces se logra y a veces ya es tarde (lo ideal es trabajar con ellos desde fútbol infantil y asesorarlos).
La pregunta por la eficacia suele ser una presión que se puede tornar insoportable y difícil de manejar. Hay muchos casos de padres que malograron a sus hijos futbolistas, teniendo éstos buenas condiciones técnicas.
Y ni qué hablar de los entrenadores que piensan que son mejores porque ganan más campeonatos…ignorando que el niño admira, respeta y quiere al entrenador (o padres) que los hacen sentir bien, con un trato lleno de afecto, no que sea una enciclopedia táctica viviente. Aunque haya estudiado su doctorado como entrenador en el instituto Cruyff de Barcelona.
¿Será posible que respetemos y valoremos al niño para que haga del juego y del deporte la mayor influencia de cómo integrar los valores de la vida -aprendidos a través del deporte- en forma natural?.
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