Por: Elvira del Carmen Tejera/El Dictamen
La cultura es como un incienso que perfuma todo su derredor y cualquier organismo o persona puede hablar de ella, pero sostenerla, elevándola para que su esencia impregne todos los ámbitos y sea base del desarrollo, requiere no solo de la presencia de seres que traen el don del arte y la amplia gama de la cultura, sino de personas que la sostengan más allá de una visión personal, contemplando el avance constante del panorama universal.
Esa panorámica se encontraba en el corazón de Rafael Torrubia Ortigosa, quien durante nueve años ejerció como Alcalde de Periana, en la Axarquía de Málaga, del área de Andalucía, España, quien siempre con una sonrisa, daba su apoyo a todos los proyectos culturales que le presentaba la Asociación Cultural Antonio Montes, valorando el trabajo de dar a conocer y promover los artistas que viven en Iberoamérica, cuya vida es bastante difícil de compaginar con su don, aunque sea muy brillante.
El maestro Antonio Montes, artista presidente de dicha asociación, y su esposa Dra. Jenny Alfaro, que complementó su curriculum profesional iniciado en su natal Colombia con postgrados en la Universidad de Sevilla, retornaban de su periplo de arte montado en dos centros culturales de Suecia, dispuestos a intercambiar comentarios con los Alcaldes de la Axarquía, integrada por pueblos mágicos, pero apenas llegaron a casa, recibieron una noticia que como daga cruzó su corazón: Don Rafael Torrubia Alcalde de Periana, que con una sonrisa abanderaba a su pueblo y encarnando a cada uno de sus coterráneos, luchaba por preservar sus tradiciones en medio de una gran sencillez y la simpatía que lo caracterizaban, había dejado el mundo a causa de un infarto agudo que había sufrido ese día 17 de junio de 2024, cuando apenas contaba con cincuenta y dos años, en plena madurez, cuando parecía que tenía mucha vida por delante.
De inmediato se comunicaron con los artistas que integran la familia del arte Antonio Montes y el pesar se extendió en los países de ellos, y las oraciones se elevaron por su eterno descanso y surgió como una sola la voz del agradecimiento para quien les abrió la puerta de uno de los caminos que llevan al desarrollo de la cultura. Sin tomar descanso del largo viaje, Antonio y Jenny se dirigieron al velatorio y se solidarizaron con los familiares dolidos, sumándose a las personas que desfilaron ante el féretro. Rindieron un sincero y cálido homenaje a quien, como cualquier ciudadano, recibía a todos e intercambiaba experiencias para beneficio de todos, aún con dirigentes en esta zona de distintos partidos políticos, que hay que decirlo, a la hora de trabajar por su comunidad se unen para alcanzar los logros esperados.
Había tristeza en el ambiente, pero más que nada se sentía, nos dijeron Antonio y Jeny, el reconocimiento de un pueblo para quien deja un legado de amor a la tierra que lo vio nacer, a sus compatriotas, pensando en la preservación de sus valores y su cultura, sobre los que descansará su superación, bienestar y ejemplo a seguir entre quienes aspiramos a un mundo mejor en el que las guerras fratricidas den paso a la paz fraternal.