Por: Carlos López Gutiérrez de Velasco
Sin ser mejores, sufriendo mucho, Real Madrid se volvió a meter en unas semifinales de Champions. Vencer y eliminar al Manchester City de Pep Guardiola, que hoy es el mejor equipo del mundo, les debe saber muy bien cuando lo han hecho dos veces en tres años y en ninguno de los casos habiendo sido los dominantes. Es algo mágico, que sólo se entiende a través del misticismo y la jerarquía del escudo y los colores del club más grande que ha visto este deporte. Ni el mejor equipo del mundo puede con la flor del Madrid.
Ese es el gran y tan cuestionado ADN Madrid. No son las formas, ni mucho menos un estilo definido. Es ganar, siempre. Derrotar, sin importar el cómo. Conquistar, incluso cuando la explicación se aleja de la razón y suena mucho, sin serlo, a un lugar común. Así ha sido la forma en que cada vez más se alejan del resto de los equipos en el palmarés del torneo de las noches mágicas europeas.
Ningún equipo está exento de las críticas, ni siquiera el más grande. Los blancos fueron futbolísticamente muy superados en gran parte de la serie y, como que no importara, vencieron. En lugar de entenderse como prueba de la fortaleza y solidez que tiene Real Madrid como identidad imbatible del fútbol mundial, se puede leer a más personas de las que son preocupantes acusar al conjunto blanco de jugar como “equipo chico”. Tendría y tiene que ser irrisorio tan sólo pensar en hacer ese juicio.
La historia es de los ganadores y por tal razón es que nadie tiene una sola duda de qué equipo es el más grande en los libros del balompié. Parte de lo que ha ocasionado que existan quienes tengan este pensamiento y hagan esta declaración es que no hemos terminado de entender lo valioso y complicado que es ejecutar un gran planteamiento defensivo. Nos gusta lo bonito, lo que entretiene y luce, un juego vertical, pero la gran diferencia entre la clasificación del Madrid y la eliminación del Barcelona está en la zaga: un buen juego defensivo.
A partir de que Don Carlo se dio cuenta de qué partido estaba jugando y cuál desenlace le convenía a los suyos, vimos un Real Madrid que defendía magníficamente ejerciendo una presión alta que impidió la victoria Sky Blue en el tiempo reglamentario. Todo eso tiene mérito. Barcelona no supo defender y está fuera. El mismo cholismo del Atlético de Madrid tampoco pudo y también verá las semifinales desde casa. Muy por el contrario de lo que algunos insisten en declarar, el equipo grande es aquel que sabe qué duelo está jugando y de acuerdo a lo anterior realiza el mejor planteamiento posible.
Desde la lesión de Courtois, quien ocupaba el concepto del mejor portero del mundo hasta antes del suceso y que fue clave de la consecución de la decimocuarta, se dialogó mucho acerca de qué tanto iba a bajar el nivel o el alcance competitivo del equipo de Ancelotti. Se pensaría que con un portero de segunda o tercera categoría, competir por todo lo alto sonaba mucho a utopía. Pero así no es el ADN del Real Madrid. Andriy Lunin, con muy pocas referencias como para afrontar una eliminatoria de esta proporción, con toda la presión que representaba, asumió el rol y dio la talla para mantener a los de blanco en la competición. Muy a lo hércules, de cero a héroe en doscientos diez minutos, el agregado y la brutal tanda de penales.
El ADN Madrid y una pletórica defensa tiene al Real, una vez más, entre los últimos cuatro de la competición de clubes más importante del mundo y como el candidato número uno de volver a escribir su nombre en letras doradas. También, un poco de buena suerte ¿pero qué tipo de ganador no la tiene?
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