Emociones Compartidas, por Carlos López Gutiérrez de Velasco.
BENJAMIN BUTTON.
El prototipo del futbolista promesa mexicano promedio es muy parecido al personaje principal de aquella película en la nace grande y se va haciendo chiquito. Comienzan como estrellas intratables tras un par de buenas actuaciones y, pasado el tiempo, van decepcionando poco a poco hasta llegar al punto de ser irreconocibles.
Alexis Vega no ha sido la excepción. El distinto, le llamaban; el de la visión y el toque privilegiado, otros tantos le acuñaban. La realidad es que con 25 años, Alexis no ha marcado diferencia en ninguno de los momentos de gran exigencia de los que ha sido parte. No lo hizo en Toluca, no lo ha hecho en Chivas y mucho menos en la Selección Mexicana.
Lo más reciente es que, junto a Cristian Calderón y al canterano Raúl Martínez, fue separado del Club Deportivo Guadalajara por tiempo indefinido después de romper los lineamientos del reglamento interno. Otra indisciplina de Vega. Y sí, otra, porque desde hace rato le comentamos más de estas que grandes goles o actuaciones sobresalientes.
Alexis ilusionó mucho con el talento, muy bonito y todo lo que jugaba cuando quería hacerlo, pero nunca supo acompañarlo de forma responsable como profesional. Qué triste las oportunidades que se está perdiendo.
También lo que ha sido Chivas como institución en tema de disciplina es tristísimo, porque no sólo es Vega, pero puntualmente él y Calderón se han encargado de dejar claro que en Verde Valle importa poco alinearse a lo que requiere la institución de ti. O importaba, porque finalmente los separaron.
Y no hay otro destino cuando desde el día uno eres lo mejor que le pudo pasar al fútbol mexicano, la salvación de la próxima generación y el héroe que nos dará la Copa del Mundo. Ese discursito repetido y sustentado en no otra cosa que ilusión y alucinaciones, mismo que ha bautizado a cualquier futbolista mexicano que destaca ligeramente.
No es necesario hacer una lista recordando nombres, es un ciclo interminable y cada año salen de dos a tres; algunos casos más extremos que otros. No todos terminan separados o con el contrato rescindido, pero van perdiendo ese empuje mediático hasta que toda la escena puede darse cuenta que no son y nunca fueron lo que vendían.
El último de ellos, me parece, Marcelo Flores, que sin debutar profesionalmente lo querían llevar a la Copa del Mundo porque “era el futuro” y “las básicas del Arsenal tienen más nivel que la Liga MX”. No rindió en la segunda de España y ahora está tratando de ganarse un lugar en Tigres. A tiempo se dieron cuenta que no era el futbolista que creían.
Es mucho más sano y responsable dejar que los jugadores tengan sus procesos ascendentes, como ha sido con Santiago Giménez y podemos decir que su proyecto va bien.
Si no lo hacemos de esa forma, vamos a seguir viendo futbolistas que nacen gigantes, como estrellas mundiales y salvadores de todo, pero con el tiempo, poco a poco, decepción tras decepción, muestren que no son y nunca fueron eso, sino todo lo contrario: uno más.
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