Por: Manuel Lucio/Retratista
Buen amigo, culto, activista de las causas nobles. Lo encuentro en eventos culturales y sociales, siempre compartiendo con amigos y llevando muy en alto el legado de su familia, contándonos anécdotas curiosas sobre su abuelo Doroteo Arango, Francisco Villa, y sobre su familia en general. Nos dimos cita en la calle Madero y me comentaba que el Presidente Francisco I. Madero, quien era un amigo muy querido del Generalísimo, puso la placa que existe hasta la fecha en el recinto donde se encuentra la emblemática casa de los azulejos. Caminamos y cuando topamos con los organilleros, tradición mexicana, me contó una historia: “Siempre que pasa uno por donde están estos grandes músicos, que nos remontan a muchos recuerdos, viene a mi memoria que a final de cuentas el General Francisco Villa, cuando estuvo en México en su concentrada triunfal junto con Zapata, dio el respaldo al ejército constitucionalista y cuando llegó a palacio a sentarse en la silla y comer con el presidente constitucional, brotaron muchas anécdotas, entre ellas está la de que recoge mi abuelo a más de 300 niños de la calle y los manda a Chihuahua para darles educación y todos al final fueron profesionistas y técnicos, gente de provecho. Mi abuelo siempre apostó la educación y primero decía que había que pagar un maestro que a un general”.
El tema de los cilindreros es poco conocido, Francisco Villa los aglutinó en algo parecido a un sindicato, juntándolos como en una cooperativa, una organización, usando uniformes con ese color que se mantiene hasta nuestros días, incluida esa especie de cachucha de la que ahora se valen para pedir los donativos y que subsista esta tradición. Cabe hacer mención que es un monopolio la renta y reparación de dichos órganos musicales.
“Mi abuela materna decía que cada vez que viéramos a un organillero, le diéramos una moneda, una sonrisa y algún alimento, porque solamente así contribuiríamos, representando como si a ella le dieran un abrazo o una flor”, es decir que la abuela de nuestro entrevistado le decía a la familia que en lugar de flores para ella, se les diera algo a los organilleros, siendo un buen consejo para que esta tradición prevalezca por muchos años más.