Ronaldo Rodríguez, conocido en el mundo de las artes marciales mixtas como Lazy Boy, desveló que el deporte salvó su vida y evitó que cayera en la tentación de involucrarse en el crimen organizado.
En plática con el podcast Creativo, que conduce Roberto Martínez, el peleador nacido en Chiapas relató que tuvo una infancia muy complicada debido a las carencias que hubo en su casa.
“Yo tenía a mi madre, yo la veía sufrir, aguantar humillaciones, ella no terminó ni siquiera la primaria, pasamos muchas carencias juntos, pasamos hambre juntos, pasamos frío juntos, llegamos a invadir casas abandonadas… Me di cuenta de que nadie me iba a resolver la vida y si alguien quería darle un mejor futuro a mi madre, tenía que hacerlo yo”, dijo la sensación mexicana de la UFC.
Lazy Boy recordó que su familia tuvo que dejar Chiapas en búsqueda de una mejor vida, por lo que se mudó a Coatzacoalcos, Veracruz, pero se encontró con un panorama poco alentador por la violencia que azotaba ese municipio.
Lazy Boy desvela los difíciles momentos que vivió durante su infancia en Coatzacoalcos
“En ese tiempo [Coatzacoalcos] comenzó a tener la etapa más fuerte del crimen organizado. Y yo vi cómo mis amigos se metían al cartel y… yo los miraba en el periódico cómo aparecían en bolsas. A mí me tocó vivir eso, por eso yo sé qué es la verdadera calle”, añadió.
El veracruzano por adopción afirmó que algunos de sus compañeros eran reclutados en la escuela para involucrarse con grupos delictivos y consideró que esto fue un golpe de realidad para él.
“A todos nos agarraban ahí [en la escuela]. Los que no terminaban la escuela terminaban siendo pandilleros. Eso fue lo que me despertó, me dio un putazo de realidad y me dijo: ‘esta es tu realidad, ¿esto quieres para ti y tu familia? ¿Para ti y para tus hijos? No, yo tengo que cambiar eso’. Y desde ahí me di cuenta que si alguien tenía que cambiarlo, lo tenía que hacer yo”, declaró.
Lazy Boy también indicó que siempre fue bueno para pelear, ya que era la única opción para defenderse y evitar ser víctima de la calle. “Nunca fui bueno ni para bailar ni para cantar… pero sí para tirar chingadazos, porque el respeto me lo tuve que ganar agarrándome a golpes, dándome a respetar”, finalizó.
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