El olor a cempasúchitl en las manos de un desfile de personas, recuerda desde varias calles a la redonda de los panteones que es un día para visitarlos. El olor penetrante a la flor anuncia la aglomeración que hay en cada uno de ellos.
Las flores se revuelven con el copal encendido desde algunas de las tumbas para dar ese olor único y característico de estas fechas. Todo en medio de un operativo preparado para lo que sucede este 2 de noviembre: panteones repletos para visitar a los que ya no están.
El síndico de Veracruz, Manuel Rivera aseguró que se esperan cerca de 55 mil visitantes en los panteones durante este fin de semana por lo que tránsito, protección civil, policía y otras corporaciones se han unido para ayudar a agilizar su entrada y evitar contratiempos.
Los comerciantes lo sabían y por eso se prepararon. Familias completas acuden a vender flores, ofrendas, comida y todo lo que puedan necesitar.
“Agua y limpieza” “Refrescos, refrescos” “De a 20 de a 20”, gritan los niños que acompañan a sus mamás y papás para ayudar a su economía durante estos días.
Antes de entrar, quienes aun les falta algo para llevar hasta la tumba de su ser querido se hacen de provisiones. O si no lo hicieron, esperan adentro que alguna persona pase anunciando en voz alta lo que lleva consigo.
Algunas otras familias ya llegan preparadas con todo lo necesario, palas y escobas, pintura, flores, comida. Todo es útil para el rato que pasarán allí recordando a sus seres queridos.
Se esperan cerca de 55 mil visitantes en los panteones durante este fin de semana: Manuel Rivera
Un cigarro se consume junto a la cruz de una tumba azul. A su lado una coca cola grande. Junto, un trío de cantantes entonan aquellas melodías que más le gustaban a quien allí descansa, mientras que sus familiares aguardan escuchando y recordándole.
Esa tumba no es la única con sonido. Muchas personas llevan consigo bocinas o celulares donde ponen aquellas canciones que su difunto solía escuchar, otras contratan a los músicos que andan en la zona dispuestos a dar esa serenata.
Así, algunas familias llevan hasta la última morada de sus seres queridos lo que más les gustaba. Desde la música, la comida, los refrescos o los juguetes en el caso de los pequeños que se fueron.
Mientras hacen la limpieza o entregan sus ofrendas, las familias conviven. Algunas ríen, otras lloran. Pero casi todas enseñan a las generaciones más pequeñas el culto a las personas que ya no están.
“Quiero mi tumba verde”, le sentencia despreocupada una niña de 5 años a su familia mientras las adultas pintan la que fueron a visitar. Todas ríen, bromean por decir eso, piden que no piense en la muerte, mientras que también le explican la tradición.
Otras familias aprovechan para rezar, para ir a las misas que hacen en algunos panteones. O para visitar tumbas de familiares que ya no saben bien donde quedaron por lo que dan vueltas y vueltas buscándoles.
La escena es igual en panteón tras panteón. Entradas abarrotadas, espacios repletos, personas en las tumbas recordando a sus seres queridos. La escena es igual, pues el ritual de recordar a los muertos parece no estar quedando en el olvido.
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