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Riñón y Corazón: un par inseparable hasta la muerte

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Nada envejece más al corazón y causa infartos cardíacos, así como cerebrales como la enfermedad renal crónica.

Aquí te decimos por qué es preciso prestarle atención a las enfermedades cardiovasculares, además del riñón.

En el caso del riñón, cuando empieza a funcionar mal no emite señales preocupantes, pero las consecuencias de sus problemas para filtrar impurezas llegan más temprano que tarde al corazón.

Aunque la enfermedad renal suele empeorar progresivamente, la mayoría de los pacientes renales no muere a causa de las dificultades del riñón, sino por los problemas cardiovasculares que se asocian a ellas. 

Poco pacientes renales saben que la enfermedad cerebral vascular o el infarto de miocardio son una amenaza para su vida, que debería ser tratada con urgencia.

El riñón, se podría decir que es una máquina que filtra desechos tóxicos de la sangre, el corazón es un músculo que bombea sangre al organismo y, con ella, lleva oxígeno y nutrientes a las células de todo el cuerpo. 

Estos dos órganos son indispensables para vivir y cuentan con una red de vasos que conducen sangre u otros líquidos (como la orina) hacia distintas áreas del organismo. Su vínculo de dependencia esencial durante la vida se complica en la enfermedad.

Además, los riñones eliminan los desperdicios de la sangre y el exceso de agua (en forma de orina) y ayudan a mantener el  balance entre distintas sustancias químicas, como el calcio, el fósforo y la sal. De igual manera, producen hormonas que regulan la presión arterial y también colaboran en la producción de glóbulos rojos.

Para eliminar la “basura tóxica”, el riñón tiene un sistema de filtrado que incluye mini tubos que llevan  sangre y otros que envían orina por la uretra hasta la vejiga, donde se almacena hasta su eliminación fuera del cuerpo. 

Riñón y Corazón: un par inseparable hasta la muerte

Por ello, cada riñón recibe sangre bombeada por el corazón  a través de una arteria y la hace circular por pequeñas arterias internas para “seleccionar” lo que sirve y lo que no. Tras el proceso de filtrado de sustancias, algunas se reincorporan a la sangre y vuelven al corazón a través de la vena cava,  y otras se eliminan con la orina. 

Al día, los riñones filtran unos 180 litros de sangre y eliminan entre 1 y 2 litros de orina con desechos de los procesos realizados por el organismo. 

Entre los residuos metabólicos, se destacan la creatinina, la urea, el amoníaco, el sodio, el potasio y el fósforo. Las proteínas y las células de la sangre (glóbulos rojos y blancos) no pasan generalmente a través del filtro del riñón y vuelven a la sangre.

Cuando hay una alteración renal, una persona puede no percibir síntomas al principio, pero un análisis de sangre o de orina revelan las dificultades de filtrado. También la hipertensión  puede ser una señal. Pero muchas veces, la enfermedad renal se mantiene silenciosa y solo se descubre después de un infarto. 

Los nefrólogos suelen ocuparse de los trastornos del riñón, mientras que los cardiólogos se enfocan en los del corazón. Si bien existen tratamientos para mejorar las alteraciones que sufren los riñones, por un lado, y el corazón, por el otro, faltan medicamentos que apunten a ambos trastornos juntos.  

Los pacientes que padecen una enfermedad renal crónica tienen más riesgo de morir por un ataque cerebral o cardíaco que quienes tienen sus riñones sanos. En la fase 3 de la enfermedad renal crónica (cuando el déficit de filtrado es moderado), el riesgo de muerte cardiovascular se duplica. En la fase 4, el riesgo se triplica. 

A medida que la función del riñón se deteriora, empeora la función cardíaca. Los problemas renales envejecen al corazón y la mayoría de los pacientes renales mueren por un infarto, una apoplejía o un derrame cerebral antes de necesitar un trasplante de riñón. De ahí la importancia de prevenir enfermedades cardiovasculares en etapas tempranas o intermedias de deterioro renal. 

En el Centro de Investigación Clínica FAICIC cuentan con un estudio clínico para pacientes con enfermedad cardiovascular y renal crónica. Este estudio evalúa la eficacia del ziltivekimab, un nuevo tratamiento que podría evitar la inflamación del corazón y los riñones para reducir la posibilidad de sufrir un nuevo episodio cardiovascular.

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